Oasis. Cabellos oscuros,
el órgano más grande, reseco.
En cada palabra una proyección
En cada sonrisa una negación
En cada muerte una introyección
Y en cada suspiro un alarido de incomprensión.
Rostros húmedos, palideciendo, ensordeciendo, sucumbiendo ante el frío.
La cara se me cae a pedazos, pero no por el dicho sino por el hecho.
Las consecuencias de un sueño reparador, o mejor... de descanzar.
Recordando que el que fallece ya no padece.
Tercer acto donde no existieron antecesores.
Lúgubre silencio determinante para la siguiente escena
Entra a la sala, mira con desdén la nada y se sienta sobre el sofá.
EL lacayo le sirve el vino y no se digna ni a mirarle.
Mientras se corta las venas se derrama el vino mezclandose como siempre han estado,
Exclama: Me he pasado la vida dormida.
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